Una historia de amor, pérdida y creatividad
Fue después, cuando todo cambió. En la misma semana, perdí a mi padre y a Bouma, mi gata compañera del alma. Esa doble pérdida me quebró, pero también me empujó hacia una necesidad vital de transformar el dolor en algo con sentido. Desde ahí, Jacaranda tomó otra dimensión. Se volvió un proyecto que necesitaba darle forma y transformarlo literalmente en luz.
Mi padre, que era electricista, fue la primera persona a la que le hablé de este sueño. Me apoyó, me dio consejos técnicos, y siento que su energía —y la de Bouma— me acompaña en cada pieza que creo, como una raíz luminosa que me sostiene y me empuja a seguir confiando. A dejar que mis manos abracen la creatividad como parte de mí, como una forma artesanal de contar historias.